Caperucita Roja

Érase una vez, una dulce niña que vivía en una hermosa casita junto a su madre, la pequeña siempre llevaba una capa roja con capucha que le había tejido su abu con mucho amor para que se protegiese del frío. Por este motivo, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Un buen día, la mamá de Caperucita le dijo:

– Hijita mía, abuelita está un poco enferma. He preparado una cestita con algunos pastelillos y un tarrito de jalea de cereza para que se la lleves.

– ¡Claro que sí mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a ver a Abu – dijo Caperucita muy emocionada.

Cuando Caperucita se disponía a salir de casa, su mamá, con gesto un tanto preocupado, le hizo una advertencia:

– Escúchame con atención, cariño. No te apartes del camino y no hables con extraños. Sabes que en el bosque vive el lobo y es muy peligroso. Sin embargo, no se acercará al camino por el que tu debes ir, por lo tanto, procura no entretenerte y adentrarte al bosque. Si ves que el aparece, sigue tu camino sin detenerte.

– No te preocupes, mamita – dijo la niña muy confiada -. Tendré en cuenta todo lo que me has dicho.

– Está bien – dijo la mamá, confiando en que la niña había entendido la orden –. Le dio un tierno beso en la mejilla y la despidió.

Cuando Caperucita llegó al bosque, la pequeña iba repitiendo en su cabecita lo que le había dicho su madre, pero vio una hermosa mariposa y comenzó a distraerse, tan pronto como la vio empezó a contemplar los pajaritos y pensó que sería buena idea recoger algunas flores para su abuelita. Tan entretenida estaba que no se dio cuenta de que alguien la observaba muy de cerca. De repente, oyó una voz dulce y zalamera.

– ¿A dónde te diriges, pequeña?

La niña, dando un brinco por el susto, se giró y vio que quien le hablaba era un enorme lobo.

– Voy a casa de mi abuelita, al otro lado del bosque. – Dijo un poco nerviosa.

– ¡Oh, eso es estupendo! Yo también vivo por allí, soy el vecino de tu abuelita. – dijo el astuto lobo – ¿Qué   te parece si hacemos una carrera? Cada uno debe ir por un camino diferente para hacerlo más divertido. ¿Te parece bien?

La inocente niña pensó que era una buena idea y asintió con la cabeza y una enorme sonrisa. Lo que ella no sabía era que el astuto lobo había elegido el camino más corto para llegar primero a su destino.

Como era de esperar, el lobo llegó mucho más rápido que la niña y llamó a la puerta de la abuelita.

– ¿Quién es? – gritó la ancianita.

– Soy yo, abuelita, tu querida nieta Caperucita. Ábreme la puerta – dijo el lobo tratando de imitar la voz de la niña.

– Pasa, querida mía. La puerta está abierta – contestó la abuela que por la edad ya no escuchaba muy bien.

El malvado lobo entró en la casa y sin perder el tiempo, saltó sobre la cama y se comió a la desprevenida anciana. No contento con esto, hizo un rápido y malicioso plan, para esto se puso la ropa de la ancianita y se metió entre las sábanas esperando a que llegara la niña. No pasó mucho tiempo, y caperucita llego a la puerta y dio unos golpes.

– ¿Quién llama? – dijo el lobo forzando nuevamente la voz, esta vez imitando a la abuelita.

– Soy yo, Caperucita. Vengo a traerte una cesta con unos ricos pastelitos para merendar.

– Pasa, cariño, ya estoy deseando comer esos manjares – dijo el lobo malvado relamiéndose.

La habitación estaba poco iluminada, aun así cuando la niña se acercó a la cama, noto que su abuelita estaba un poco diferente. Extrañada, le dijo:

– Abuelita, abuelita ¡qué ojos tan grandes tienes!

– Son para verte mejor, cariño mío – contestó el lobo.

– Abuelita, abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!

– Son para oírte mejor, cariño.

– Pero… abuelita, abuelita ¡qué boca tan grande tienes!

– ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo dando un enorme salto y comiéndose a la pequeña de un solo bocado.

Con la barriga llena después de tanta comida, pues también tuvo la osadía de comerse la cesta de comida, al lobo le entró un sueño incontrolable. Dio un enorme bostezo y cayó profundamente dormido sobre la cama de aquella casita. El fuerte sonido de sus ronquidos llamó la atención de su vecino, un cazador que acababa de llegar a su casa. El hombre se acercó y vio al feroz animal. Estaba a punto de abalanzarse sobre este, pero un movimiento extraño en su panza lo detuvo y dijo para sí mismo – No es normal que el estómago alguien salte de esa forma – Así que tomo uno de sus afilado cuchillos y abrió las entrañas del lobo y logro rescatar a caperucita roja y a la abuelita de esta sanas y salvas.

Después de sacarlas, el cazador le cosió la barriga,  y cuando este abrió los ojos vio al cazador con cuchillo en mano y salto del susto, le imploró que no lo matara y prometió nunca más atacar a niños ni ancianos, así que el cazador con una amenazante voz le dijo:

– ¡Lárgate, lobo malvado! ¡No te queremos en este bosque! ¡Como seas visto nuevamente, no la cuentas!

El lobo, aterrado, juró por las barbas de su abuelo que jamás volvería por esos lares y salió despavorido.

Caperucita y su abuelita, muy conmovidas por lo que acababa de pasar se abrazaron.

Felizmente todo había quedado en un gran susto gracias a la intervención del cazador, pero la niña había aprendido una valiosa lección: siempre obedecer los dichos de su madre y nunca fiarse de extraños, aunque parezcan buenos o inofensivos.

Y colorin colorado este cuento ha terminado y ustedes muchachitos a dormir acurrucaditos.

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